¿Qué me hiciste, Eliza?
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Creo que los hijos te permiten
descubrir partes de uno mismo que permanecen ocultas, pedazos de uno que se
mantienen a la espera de un impulso para salir a la superficie como una
semilla.
Cuando me hice padre por primera
vez instintivamente solo podía pensar en la felicidad de mi hijo, y empecé a dedicarme
constantemente a brindarle los medios necesarios para asegurar su felicidad y
tranquilidad, incluso por encima de la mía, forzándome a ser la mejor versión
de mí mismo para lograr eso, planificando y experimentado para preservar la
sonrisa de mi gordo, pensando que había descifrado el código, confiando en que si
proveía un ambiente de tranquilidad para él sería suficiente, y que esa parte
de mi era la paternidad.
Sin embargo me equivoque, no era
todo y no lo sabía, pensé que ya lo tenía todo resuelto y que no habría ningún
cambio en mí, pero al parecer habían más semillas en la tierra; y cuando me
enteré que Eliza estaba en camino despertó otra parte de mí que no esperaba: El
hombre miedoso.
Empecé a sentir miedo del futuro,
miedo del tiempo… poco a poco las noticias del periódico me empezaban a
preocupar más, el mundo me parecía cada vez más áspero, e imaginar el mundo que
recibiría a mi hija me causaba angustia. Mientras la gente me decía que debía
tener cuidado de hacer preferencias entre ellos, que tenía que ser más delicado
con Eliza, que tuviera cuidado con el Karma y cosas así; yo estaba más
preocupado por los feminicidios, la discriminación y la censura de mujeres que
leía en los noticias, buscando la forma de obtener un ápice de control en el
futuro de Eliza. Nunca había tenido estas preocupaciones desde un punto de
vista tan personal, pues solidarizarse no era lo mismo que identificarse…
Descubrí también que las preocupaciones
sobre el trato que iba a tener con Eliza eran superficiales, pues uno es lo que
es y solo puede amar de la forma en la que le nace, no existe una papá para niños
y un papá para niñas, tal es así que al igual que con Mateo me encontré jugando
a Iron Man con Eli, disparando laser imaginarios de sus manos gordas y saltando
al ritmo de Linkin Park en la sala para
sacarle una sonrisa, en definitiva el mismo pavazo de siempre.
Por lo que habiendo sacado eso de
la mesa, decidí acercarme a ese miedo que se asomaba cada vez que el bullicio
del día a día se calmaba, y llegue a la conclusión que el miedo no iba a ir a
ninguna parte, por lo que era momento de un plan B. Me di cuenta que el mundo
que yo les daba tenía sus límites y que más allá de eso tenía que darles
herramientas para que los dos enfrentaran a ese monstruo hambriento que
esperaba más allá de la frontera que había trazado.
Gracias a Eli me di cuenta que mi
rol como padre no solo se limitaba a asegurarles un ambiente tranquilo sino que
también implicaba dotarlos de las fortalezas suficientes para resistir la
frustración e intolerancia que te regala el mundo, para que ellos sean un
agente de cambio, que puedan ver al mundo con ojos críticos, y a través de su
voluntad superen las adversidades y alcancen sus objetivos, tal cual el agua
recorre un río.
Finalmente no creo que este miedo
haya acabado de impartirme sus lecciones, así que solo me queda escuchar atento
con la esperanza de que la ansiedad que me provoca el futuro no tome el control
sobre mí.
Marco.
#PapáCaco
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