Mi hijo, Mi Maestro.
9:14
“Cuando alguien busca, fácilmente
puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla,
tampoco deja entrar en su ser otra cosa, ya que únicamente piensa en lo que
busca, tiene un fin y está obsesionado con esa meta. Buscar significa tener un
objetivo. Encontrar, sin embargo, significa estar libre, abierto, no necesitar
ningún fin”.
Siddaharta - Hermann
Hesse
Los adultos mucho hablamos de la
búsqueda de la felicidad, nos empeñamos en buscar formas de ser felices,
recorremos diferentes caminos y realizamos muchas acciones en aras de encontrar
esa felicidad tan esquiva, incluso juzgamos fácilmente las decisiones de otros
en la creencia que el camino que escogimos a la felicidad es el más acertado.
Es casi un consenso del gremio mundial de adultos que todo hombre o mujer
respetable debe buscar la felicidad.
Otro gran consenso que los
adultos tenemos es afirmar que la gran mayoría hemos sido felices de niños, con
una u otra carencia, pero en general felices. Sin embargo, poco se habla de qué
paso en el camino, de cómo pasamos de haber encontrado la felicidad a estar una
búsqueda activa de ella. La verdad de la milanesa es que no sabemos cuándo la
perdimos, ni como exactamente la vamos a encontrar.
Es por ello que, cuando uno se
vuelve padre y ve la felicidad intrínseca de sus hijos, debe preguntarse: ¿Cómo
lo hacen? ¿Qué ven que yo no veo? Es en esos cuestionamientos donde yo he
encontrado una gran verdad, mis hijos son felices porque no están buscando la
felicidad, ellos son felices porque sin ese objetivo en sus mentes pueden
disfrutar de lo que pasa a su alrededor, regocijarse de sus propios
sentimientos, reírse de la tontería del día, y exteriorizar esa luz que tienen
dentro.
Desde que me di cuenta de ello
empecé a imitarlos un poco, a jugar un poco más, reír más seguido, escuchar las
canciones que me gustan una y otra vez, no mirar mi reloj, vivir más lo
cotidiano, y misteriosamente cada día iba encontrándome más con la felicidad,
deje de apresurarme por llegar a la meta y descubrí que el camino tenia belleza
propia. En resumen empecé a sentirme genuinamente feliz.
Así que aquí va mi reflexión (¡suena
como una homilía! Ja, ja, ja,ja) creo que lo hijos no son nuestra felicidad, no
sería justo proyectar semejante peso sobre ellos, pero considero que es seguro
decir que los hijos te enseñan a ser
feliz de una manera magistral.
#Papacaco
#Elguajolotemasias
0 comentarios