Antojos ¿yo?
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Con el primer embarazo no tuve
casi nada de antojos. Es más, yo les llamaba “preferencias”. Eran la palta y la
papa amarilla. Fin. Si los comía, excelente, sino también. Comía de todo y no
me hacía tanto problema. Pero ahora… ¡ja! Soy una embarazada antojadísima.
¿Qué es lo que paso?
No lo sé, señores. No lo sé. En
cuanto deje de vomitar de una forma casi descomunal, ¡PUM! aparecieron los
antojos. ESTOS SÍ SON ANTOJOS. Si no los cumplo, me siento desolada (?). Si no
los cumplo, sueño con ellos. Si no los cumplo, me los imagino todo el día y
hasta puedo sentirlos.
No soy yo. Definitivamente mi
concepto sobre las embarazadas antojadas ha cambiado drásticamente. Antes
pensaba que era un mito, incluso algo psicológico por llamar la atención. Pero
en estos momentos me pongo la mano en el pecho y digo: son reales.
He llegado hasta salivar más de
la cuenta – por no decir: he babeado como perro de Pávlov – cuando hablan de
uno de mis antojos.
¿De qué depende?
No sé. A estas alturas del
partido embaracil, creo en todo. Puede ser hormonal, tal cual les sucede a las
mujeres con su periodo o con menopausia. Puede ser una necesidad nutricional.
Puede ser psicológico. Puede ser que Dios no creo así y se acabó el asunto. No
lo sé.
Solo sé que a Eliza se le antoja
esto all the time:
Enrollados primavera y siumais.
Pizza.
Nachos con salsa.
Tacacho (solo lo he comido una
vez en mi vida).
Membrillo.
Limón.
Snicker.
Ensaladas.
Pollo al horno.
Mostaza.
Papas al hilo.
Pepinillos.
ATÚN.
Paté.
Subway.
Choclo con queso.
Helado.
Más antojada imposible!
Besos,
Mamá Luz
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