¿Y dónde quedó el marido?
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¿Debajo de una piedra? ¿Al otro
lado del mundo? ¿Encerrado en alguna habitación?
Cuando estaba embarazada, una
señora me hizo una pregunta. ¿Sabes a
quién tienes que priorizar? Con toda la sinceridad respondí: a él (señalando mi panza) y la señora me
contesto muy energéticamente: NO, tu
marido es primero, nunca lo olvides. Porque
seguramente no vas a querer preguntarte: ¿Y dónde quedó mi marido?
Con toda humildad del mundo, con
tres años y medio de casa y tres como mamá me toca hablar al respeto de esto.
En mi opinión, no todo es tan
blanco, no todo es tan negro. A veces no sucede lo “ideal”. En general la vida
es así. La señora no deja de tener algo de razón; mi esposo es muy importante y
es vital que ambos saquemos ese “extra” para nuestro matrimonio. Hasta cierto
punto, él será con la persona que termine mis días cuando nuestros hijos ya no
estén en casa. Somos una unidad, pero…
Al nacer un niño, también nace
una madre. Y POR SUPUESTO que también nace un padre. Ambos son tan responsables
de él. Ninguno es más o menos, salvo por el hecho de la lactancia, pero un
hombre también puede dar una rica mamadera de leche y seguir alimentando a su
hijo.
Al nacer un niño, ¿cómo no lo voy
a priorizar? Es tan pequeño, indefenso y necesita tanto de los dos que no lo
voy a dejar de lado solo para atender a mi “hombre”. Él y yo debemos ser uno
solo en estos momentos. Somos una unidad… para el bebé.
Al nacer un niño, toda tu vida se
pone de cabeza. Pero si se toman fuerte de las manos, eventualmente uno de los
dos será el salvavidas del otro.
Si bien, al nacer un niño, muchos
matrimonios pasan crisis. Creo que es la mejor oportunidad de demostrar que
podemos amar a lo pleno en lo bueno y lo malo [en lo próspero y en lo adverso].
Es una buena oportunidad de descubrirse como papá y mamá en estreno.
La vida familiar es un
equilibrio. Buscar atender las necesidades de tu hijo y buscar tiempo para que papá
y mamá pasen aunque sea una hora conversando y mimándose es esencial. No creo
que el orden de prioridades tenga que ser el hijo o el esposo. Como digo, no
todo es ideal. Hay muchos factores que considerar.
¿Y saben cuál es la parte un
tanto triste? Esto no es eterno. Un día ese pequeño niño que tanto te necesitó,
se volverá un hombre y buscará su propio hogar. Su casa pasará a ser “la casa
de mis papas”. Otra vez volverán a hacer marido y mujer. Y puedo asegurar que
extrañaran a ese pequeño niño que alguna vez pensaron que “los había separado” pero que en realidad “los
unió”, se convirtieron en una unidad. Es un lazo que jamás dejará de existir.
Besos,
Mamá Luz
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